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Friday, September 29, 2006

CB - TOrdinario - D26 (Edu)

Eduardo Abad, Escolapio

Todos los domingos la liturgia de la Palabra de Dios, su Verbo hecho luz, hecho “carne”, quiere llenar de contenido la Eucaristía que celebramos.

Estos dos últimos domingos se ha insistido en la entraña misma de la Pascua, que es el misterio cumbre, el vértice al que tiende toda la historia de la salvación de la humanidad, la meta a la que se dirige Jesucristo y cuyo memorial celebramos y actualizamos en la Eucaristía, que es a su vez, la entraña misma de la Pascua, enmarcada en la Pasión y Muerte del Señor: por el desprecio que de él se hace, por su condena, en su fracaso, en su ejecución.

El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado … Y resucitar a los tres días.

Y esto de sufrir y esto de fracasar no lo entendemos, o no queremos entender, ni preguntar. Sordos, pues y mudos.

Como nos lo decían de los apóstoles, el domingo pasado: que queremos ser el más importante del grupo, el primero y dominar a todos; de esto, nos dijeron discutían los apóstoles. ¿Lo recordáis?.

Ellos de lo que entendían y lo que querían era ser los primeros, los más importantes. Y cuando Jesús les preguntó de qué iban hablando y discutiendo, les dio vergüenza contestar; menos mal, que al menos les dio vergüenza. Jesús les mostró el camino de grandeza en su Reino: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". Ese es el camino de Jesús, que al final, te hacen ser primero. Curioso, verdad.

Dios se da a todo ser humano y quiere que nosotros compartamos nuestras cualidades, recibidas de Dios.

Así nos lo han enseñado en la primera lectura de hoy:

El espíritu divino que Moisés había recibido, es el mismo Dios quien toma una parte y lo comparte con los 70 ancianos. Pero hubo dos que no estaban con el grupo y lo recibieron también para profetizar en Israel. Y esto molestaba al ayudante de Moisés, porque esos dos no habían estado con los 68, y le pedía que se lo prohibiera, porque el pobre tenía una visión estrecha de Dios y de sus dones y del futuro de su pueblo.
En el Evangelio de hoy se nos narra y se condena, esa mentalidad estrecha de tribu, de clan, de corral de gallinas.

Esta actitud de autosuficiencia, de voluntad de dominio y poder, de soberbia y de exclusividad, hoy nos lo vuelven a recordar, en la figura del apóstol san Juan, y eso que era el discípulo modelo, que preguntó él mismo;
“Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”.
Quiere monopolizar, acaparar para él solo y para su grupo, para su clan, el poder de Jesucristo. Ser pues, el primero.

Juan y nosotros, cristianos de hoy, queremos monopolizar y acaparar para nosotros solos, y para la Iglesia católica el poder de Cristo. Ser, pues, los primeros.
¿Quién de nosotros no se ha dejado llevar alguna vez de un cierto sectarismo de grupo, diciendo: nosotros somos los primeros, nosotros somos los mejores, despreciando y condenado a "los otros?".
Bajo pretexto de solidaridad y de la defensa del bien y del Evangelio
¿no nos ha sucedido defender, de hecho, nuestros propios intereses?
Tenemos que renunciar a creernos los mejores.

Somos buenos o al menos intentamos serlo, y eso nos basta.

Tenemos que renunciar al monopolio del Espíritu Santo, que sopla cuando quiere y donde quiere y sopla más allá de las estructuras visibles de la Iglesia católica. Tenemos que abrir nuestro espíritu y nuestro corazón a todos los hombres y mujeres, que sin ser cristianos, sin ser de los nuestros, hacen también el bien que quiere el Santo Espíritu.

"No se lo impidáis",
fue la respuesta tajante de Jesús a la pretensión avasalladora de Juan.

Para ser discípulo de Jesús, para seguirle por ese camino de valientes, hay que renunciar a los esquemas de poder, porque nuestro único poder debe ser el servicio, la entrega, la donación de mi vida por todos los demás, sin distinción de raza, ni de color, ni de ideas, ni de religión. Es una nueva escala de valores, que son modo y manera de triunfar, consiguiendo esa nueva vida de la Pascua: muerte y resurrección.

Necesitamos una cura de nuestra soberbia y prepotencia, para que no se pueda decir de nosotros, lo que se decía del conde de Manzoni: "Era tan humilde. Que servía la mesa a los pobres. Y tan soberbio, que nunca consintió en sentarse a la mesa con ellos.

Si abrimos nuestro corazón al Espíritu para que quepan en él los nuestros y los otros, seremos como el Señor Dios, “que hace salir el sol sobre buenos y malos y caer la lluvia sobre justos y pecadores”. Y se podrá entones aplicar y decir de nosotros, por ser de Cristo, verdaderos cristianos, aquellas palabras de Jesús: “Os aseguro, el que os de de beber un vaso de agua, porque pertenecéis a Cristo, no quedará sin recompensa”. Y es porque entonces seremos otros Cristos.
¿Tú eres ya otro Cristo?
¿Cuánto te pareces a Él?...
Como servidores, hay que hacer siempre el bien, por pequeño e insignificante que sea lo que hacemos y a quien se lo hacemos.

Y en segundo lugar, hay que evitar hacer el mal, como el escándalo de nuestra conducta, por mínimo que sea y más si es a un pequeño a quien podemos dañar o destruir. Sería preferible para él, en palabras de Cristo; “que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al fondo del mar”.

Hay que seguir a Cristo por este camino de negación de uno mismo, destruyendo nuestro egoísmo, nuestra soberbia y nuestra lujuria. Hay que llevar la cruz, de cortarnos la mano, el pie, o arrancarnos el ojo en expresión hiperbólica, exagerada, para conseguir el Reino de Dios, que ese es su precio: el valor, la valentía, el coraje, el dar el todo por el Todo. “Para venir a tenerlo Todo –que nos dice San Juan de la Cruz- has de dejar del todo, todo…” Casi nada. Esto es solo para valientes. El Reino de los cielos solo lo arrebatan los que arriesgan todo. Este es el lenguaje del Evangelio. No se entiende eso de “Light”. Hoy todo es Ligh o lo hacemos enseguida “Light”: ligero, leve, llevadero, liviano…

La Eucaristía que vamos a celebrar es el gran memorial, la actualización de la Pasión de Jesucristo, que es camino de cruz: darse, entregarse, servir y morir a nuestro orgullo. Camino, que si lo transitamos semana tras semana, si participamos con nuestra vida, con nuestro ser, nos llevará al triunfo de la Pascua y a las Bodas del Codero.
AMÉN.
Edu, piariste

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